Voy pasando por el mismo punto una y otra vez, todo es lo mismo, solo desierto. Las sombras de la noche dejan ver el cielo lleno de estrellas, también las fugaces, esas que nunca te dan lo que les pides.
Sus ronquidos de todo el camino se van convirtiendo en la voz que endulza el camino, en el oasis que calma toda mi sed, su nombre es el de todas las sirenas y es el faro de todos estos marineros de arena.
Yo hable tantas veces, y las palabras comenzaban a discernir entre las formas de la noche, se transformaban en cantos que le daban forma, vi mi destino muchas veces y en todas apareció su rostro, angelical, menguante y con la sensación de haberla visto muchas veces, lastima que este sea el desierto y que ella un espejismo.