Vengo atravesando la tinta roja que provoca el sol cuando se desaparece, una mezcla de no ver lo que viene y lo que va pasando, la ventana olvida paisajes y todo pasa.
De su boca solo queda un leve sabor a café amargo que se desvanece al mascar la barra de chocolate amargo con menta, una extraña fusión que me hace poner la mente en blanco y no pensar más que en mis papilas gustativas.
Cualquiera puede dimitir y tener otras preferencias, pero el cacao puede transformar todo lo malo en terciopelo, como el suyo, un suave perfume a selva, y aunque es difícil compartirlo a veces se puede perder “por una cabeza”