En el pabellón numero cuatro la sonrisa prisionera no podía expresar la simple misión de coquetear y hacernos daño, la faceta lúdica de reunir un par de soledades.
En la celda que está contigua al jardín de los milagros, la sonrisa pasajera también prisionera está. La dulce que nos hace espontáneos, raya el piso con desenfado y solo piensa en el delirio.
Tres pisos debajo del casino una hormiga queda sin aliento, ha muerto por el bien de su sociedad, sin haber sabido igual que las anteriores lo que es ser libres.
La escarcha, la aurora, el río y todo lo demás, realizan sus rutinas y no pueden detenerse. Dicen que hoy hubo una fuga en el penal, que fue posible gracias a un e-mail, que hasta los gendarmes están felices, en ocasiones ni los barrotes pueden detenernos.