He llorado en Antofagasta y me he perdido en Calama, pero siempre hay barco que naufraga en tus brazos, y hoy la luna no se refleja en el mar de tu espalda. Déjame desnudarte nuevamente con las yemas de mis dedos acariciando cada rincón de tu vida.
Los besos de tu boca se perdieron en mi boca y no puedo hallarlos en los encuentros clandestinos en que se juntaban tu valentía por escuchar tu corazón y querer ser feliz. No puedo dejar de cantar a un viejo dinosaurio que decía “los amores cobardes no llegan ni amores ni a historias, se quedan allí” y yo sé, y tu también que tu amor y el mío no son de esos, como siempre te llevo bajo mi piel.