martes, octubre 04, 2005

A Carolina


La sobredosis de sexo de la noche anterior, el dolor de cabeza del ron y los cigarrillos, hacían que Vicente ese día casi se sintiera morir. Lo de Pancho había sido el punto de partida de esa larga noche, noche en la que decidió brindar porque dejaba el puerto para trasladarse a probar suerte a la capital.

Cuando llegó, Santiago estaba extraño, hubo sol, granizos, lluvia y nubes con una multiplicidad de tonos de gris. La puesta de sol marcó los colores del cerro San Cristóbal y las chacras de providencia.

Después, se fue a instalar en una pensión al barrio Yungay, que estaba en Maturana esquina Compañía. Una vez recostado en la cama mirando el techo, no pudo más que recordar algunos viajes a oriente y a los ojos de color miel junto a su dueña.

Solo pensaba, "donde termina tu cuerpo y comienza el mío, se pueden tal vez separar, siento tu calor, siento tu frío, me siento vacío los días en que no estoy amandote".

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