domingo, agosto 28, 2005

José Miguel Arellano

Ella estaba entre la multitud, la versión 2.0 de la mujer que yo conocía. Parecía que fue ayer el ultimo día que deje de verla, pero habían pasado ya varios años.

Cortésmente nos pusimos a conversar y a preguntarnos lo que protocolarmente corresponde en una situación como esta y le conté acerca de mis delirios por una amiga, claro, noté de inmediato su molestia. Comenzaron a pasar las horas y seguramente el Jack Daniel's, contribuyó un poco.

Me desperté esa mañana de domingo por la llamada de un vecino que había viajado a Puerto Montt por pega, me pidio que alimentara a su gato y que le estacionara el auto.

Con mucho sueño me senté en el sillón negro que está a los pies de mi cama, y en silencio solo podía contemplarla, a fuera había un temporal de proporciones y dentro mío un verdadero tifón.

Sus formas, su música, su voz eran demasiado familiares, cuando volví de la ducha ella ya no estaba, el celular por supuesto no contestó. Esta piedra era capaz de hacerme caer de nuevo y en Santiago ahora se puso a nevar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me impacta tu forma de sentir lo que escribes...casi puedo recorrer esos caminos del desierto y sentirme tan abandonada como las historias que te encuentran solo en el camino de una noche iluminada por la luna en el horizonte y observada desde un 11 piso allí frente a la inmencidad de la soledad.